– Qué ha hecho que una mujer como tu haya mantenido una relación con un hombre como este? ¿A qué debilidad tuya se ha dirigido esta flecha? ¿Cuál fue la primera vez que le diste permiso?
-¿Permiso?
– Sí, la primera vez que miraste a otro lado tras una conducta hacia tí que no debería ser pasada por alto.
La entrada en el círculo
El ciclo de la violencia
Al final, todo acaba reduciéndose a lo mismo, un conjunto de comportamientos negativos que van en escalada, cada vez que una mujer recibe una falta de respeto es como si le diese una llave de su autoestima o seguridad a este hombre. A más llaves, mayor es la agresividad mostrada, porqué ha ido adquiriendo permisos a lo largo del tiempo.
¿Cuántas personas he visto que se han quedado con alguien que nada más conocerlas les haya dado una paliza? Ninguna.
Cuando hablamos de violencia de género pensamos en grandes palizas, golpes, en mujeres muertas. Pero antes de llegar a este punto, existen toda una serie de pequeñas heridas invisibles que con el tiempo han ido aislando a la mujer, le han hecho creer que tiene lo que se merece, y que son ciertos cada uno de los insultos y comentarios a los que ella ya no puede responder.
– ¿Y por qué no le respondías? ¿por qué no te defendías?
Porque ya era tarde, hacía demasiado tiempo que este hombre sabía que la podía manipular, decirle lo que quisiera. Primero había justificación: un mal día, una mala semana, el trabajo, problemas de pareja, la situación económica, que bebe de vez en cuando… y ella se quedaba por los hijos, por no romper el matrimonio, para no decepcionar a las personas que son importantes para ella, porque estaba convencida que cambiaría, por miedo a la soledad, porque él decía que sin ella no podía vivir, que se mataría, o que la mataría a ella.
¿Sabéis qué punto tienen en común la mayoría de las mujeres? Que en algún momento de nuestra vida hemos tenido a alguien al lado a quién hemos pretendido cambiar. Demos gracias a los cuentos y las leyendas, porque nos han enseñado que por amor las personas cambian, pero esto no es cierto. Hemos caído en la trampa de creer que somos capaces de cambiar a los hombres, que una buena mujer debe cambiar un hombre. Y aquí están las mujeres, enamoradas de una idealización, de aquello que pretenden hacer con estas personas que tienen delante. Las personas que cambian son las que quieren hacerlo, las que sienten que deben hacerlo, las que creen que consiguen algún beneficio haciéndolo. Llega un día en que las mujeres se dan cuenta de que aquello que pensaban que era un diamante en bruto, no es más que un “pedrusco”.
Y entre permisos, dudas, idealizaciones y esperanzas, las agresiones se han ido acentuando. Ella ya no sabe si es normal o no, las personas de alrededor se han cansado de avisarla, con un poco de suerte, quizás las tenga a su lado y sufren mucho. Ya no saben qué hacer: Por qué no nos escuchas? ¿No ves que te estás haciendo daño?
Ella oye los sonidos, pero no escucha las palabras, la confusión dentro de su cabeza es tan grande, que ya no sabe a qué aferrarse. Desgraciadamente, a lo que se aferra es a la necesidad de tener un día de paz, un rato de tranquilidad, una carícia, una palabra dulce. Ella misma se aleja del mundo exterior para evitar represalias. Tiembla cuando toca hacer la comida, porque no sabe si será soso o salado. Hace callar a los niños cuando papá está en casa, no sea que se enfade. Él es el centro de su mundo, la razón de su existencia. Tras tantos insultos, desprecios y golpes al alma, llega un día, un momento de esos tan ansiados, en los que él la trata con lo que parece normalidad. Y ella vuelve a ilusionarse, se aferra a la esperanza de que él cambiará, que todo ha sido una mala etapa, y que ella sigue enamorada de esa buena persona que habita en su interior.
Mientras tanto pierde el hambre, el sueño, y todo el día está pendiente de si él hace un ruido, si se levanta de la cama, si se mueve, si llega de trabajar… porque vuelve a empezar el calvario.
Salir del círculo
Pero, ¿qué hacer para salir de este círculo?
Lo primero es empezar a tener una ilusión, sabiendo que cualquier situación será mejor que la presente. Por mucho dolor que provoque una separación, y por muy sola que te llegues a sentir, nada se parecerá a lo que estás viviendo en este momento.
Después, es necesario que empieces a creer en ti misma. Tienes que empezar a decirte que tú eres una persona igual que él, con los mismos derechos y obligaciones, que somos iguales, y que, como tal, no le debes permitir que te trate mal.
Cuando notes que eres tú misma la que se aísla, la que te impones obligaciones como si tuvieses dentro su voz que te lo ordena, sublévate.
Hazlo por ti, sobre todo por ti. Y por tus hijos e hijas. Porque eso de no dejar una relación por los hijos es un error. ¿Qué están aprendiendo?, ¿Qué están viendo? Todo esto formará parte de su mochila el día de mañana. Para que tus hijos te admiren, para que sepan que tienes la fortaleza suficiente de afrontar tus miedos.
Es difícil. ¡Vaya si lo es! No es tarea fácil, porque la violencia de género se alimenta de muchos años de historia, de la educación recibida, de la tolerancia. Y sobre todo se alimenta de las mujeres que aman demasiado, que lo dan todo por el bienestar del otro, y que de golpe se despiertan de una siesta y se dan cuenta que allí no queda nada, mujeres que creen que deben estar a la sombra de un hombre, que creen que su voz no debe ser escuchada, de mujeres que un día, pensando que se trataba de una muestra de afecto, le dieron permiso, y después ya no pudieron dar vuelta atrás.
Hay que hacer un trabajo emocional muy importante, porque la mezcla de sentimientos que se superponen en una situación de violencia paralizan las mujeres. Hay que desgranar una a una las emociones que se sienten, provocar que se expresen, y curar las heridas una a una.
Poco a poco, vamos viendo como muchas mujeres se transforman totalmente, dejan de ser una víctima para ser una persona íntegra, que ha incorporado esta época de su vida como un aprendizaje que irá con ella para siempre. Esto la tiene que ayudar a escoger una pareja que le convenga, a no escoger ninguna si no quiere, a no tener miedo de estar sola, a rodearse de personas que la respeten, a no dejarse pisar. A querer empezando por una misma y sorprenderse encontrando en sí misma el diamante que intentaba encontrar en los demás.
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