El duelo es el conjunto de emociones y conductas alteradas que tienen lugar después de una pérdida, por ejemplo: la muerte de un ser querido, un divorcio, la pérdida de una vivienda, del trabajo, un cambio de ciclo vital…
Lo habitual es que dichas emociones aparezcan inmediatamente después de la pérdida, pero en función de la situación pueden aparecer antes e incluso mucho tiempo más tarde. El duelo es un proceso natural que forma parte de nuestra condición humana, en la que nos acercamos a nivel afectivo a las otras personas, animales o cosas. Todos pasamos por períodos de duelo de mayor o menor intensidad a lo largo de nuestra vida.
La experiencia del duelo es proporcional al afecto que hemos profesado por aquello que hemos perdido.
Necesidades del duelo
Durante el duelo, las personas pasamos por ciertos estados, o fases, que sin estar ordenadas, implican ciertas necesidades:
Aceptación de la realidad de la pérdida:
La persona puede pasar un tiempo en el que viva como si no hubiese sufrido pérdida alguna. Hace su vida, niega en mayor o menor medida hablar de lo acontecido, y puede no haber sentido aun el dolor derivado.
La aceptación de la pérdida supone esforzarse en entrar en contacto con la realidad y abrirse al dolor.
Apertura al dolor:
Sin sufrimiento no hay duelo, pero este puede ser de mayor o menor intensidad en función de la pérdida, expresado de un modo u otro en función de la persona y de mayor o menor duración. El duelo necesita que la persona que sufre se dé permiso para sentir su tristeza y hacer lo que le pide su cuerpo, sea el contacto con personas cercanas, o estar a solas con el propio dolor, llorar, mirar fotografías o no, etc…
Las personas que pasan por un duelo, suelen pasar por fases diferentes a nivel emocional: la fase de shock emocional inicial, da paso, en muchas ocasiones, a la rabia. En esta emoción, salen los reproches a todo lo que ha acontecido alrededor de la muerte, los propios, a las personas que podrían estar y no han estado, se pueden buscar fallos en los procedimientos médicos. Para algunas personas, esta rabia puede desembocar en una especie de desesperación o miedo alrededor de qué será de mi sin esta persona, sin mi casa, sin mi trabajo, sin mi juventud?
Aparece, a medida que la persona va asimilando que la situación es irreversible, la sensación de culpa: todo aquello que yo podría haber hecho para evitar esta pérdida, todo aquello que podría haber hecho para aprovechar al máximo el tiempo que tenía, todo lo que podría haber hecho y no hice.
En ocasiones, aparece también el reproche hacia la persona que se ha ido y me ha dejado aquí, a solas, contra el mundo.
Las emociones que van aflorando alrededor de una pérdida deben ser sentidas y expresadas, igual que no podemos negar una pérdida, no podemos negarlas, tienen un curso, y a medida que van siendo expresadas pierden intensidad.
A medida que baja el nivel de estrés provocado por la pérdida, la persona empieza a poder centrarse en otras cosas, y poco a poco va viendo excepciones, cada día mayores a la oscuridad de su dolor. La des-esperanza va dejando paso a la esperanza, a la comprensión de que soy suficientemente capaz de tirar adelante aun echando de menos lo que he perdido.
La nueva perspectiva, entra de la mano de la toma de conciencia que muchos de los valores y creencias que tenía anteriormente a esta pérdida quizás ya no me sirven más. Por lo que la crisis provocada por la pérdida en sí ha venido acompañada de una crisis a nivel moral, y un vacío temporal que poco a poco se va llenando de nuevas creencias, la reafirmación de algunas de las antiguas, o la apertura a una nueva forma de ver la vida y vivirla.
Duelo: Preguntas y respuestas
¿Qué hacer cuando el dolor es tan fuerte que parece insoportable?
Lo ideal es afrontar el duelo de forma natural, para no tapar ni postergar las emociones y su afrontamiento. En algunos casos, se puede acudir al médico de cabecera para que considere si es necesario recetar algún medicamento para reducir el nivel de ansiedad. Existen también los remedios naturales, y las llamadas medicinas alternativas que pueden ayudar en estos casos (flores de Bach, etc).
Si, transcurridos los primeros días, el afrontamiento del duelo resulta difícil, lo adecuado es buscar ayuda profesional, de un/a psicoterapeuta, para que te ayude a sacar y transformar todas las emociones que están provocando este dolor, mediante técnicas en las que son expertos como el EMDR o las cartas terapéuticas.
¿Cuándo estamos ante un duelo patológico?
Nuestra sociedad exige que nos demos prisa en todo, incluso en la asunción de una pérdida, y sin embargo, es posible estar sufriendo mucho tiempo a causa de un duelo. En ocasiones, cuando parece que estaba superado, se reactiva tras una pérdida similar, o ante una situación que recuerda a lo que pasó. La reactivación en sí misma no implica duelo patológico.
Hablamos de duelo patológico cuando una persona se ha quedado enquistada en una de las emociones del duelo y no consigue avanzar, sea en la rabia o bien en la tristeza que provocan, mucho tiempo después, una dificultad importante para la vida diaria.
¿Hay que preocuparse por alguien que no llora ante una pérdida?
Cada persona tiene su forma de pasar el dolor, y no todo el mundo tiene facilidad para llorar. Quizás quepa preocuparse por una persona que ni llora ni muestra ningún tipo de dolor ante la pérdida, viviendo como si nada hubiese pasado.
En ocasiones nos preocupan quienes no lloran tras la muerte de una persona que lleva mucho tiempo enferma, o tras un divorcio que lleva mucho tiempo en proceso, en estos casos, hablamos de un duelo anticipado, donde se ha llorado y afrontado la pérdida antes de que esta sucediera. La anticipación del duelo es totalmente normal, y en ocasiones, supone una mezcla de emociones que van de la pena al alivio (lo que es totalmente natural).
Si tienes más dudas alrededor del duelo o crees que necesitas ayuda, no dudes en ponerte en contacto con nosotros.
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