Angustia, ansiedad, pánico…Son nombres diferentes para una misma cosa que se presenta de maneras distintas. Nuestro cuerpo, nos dice, de la manera que sabe, que hay algo que no funciona bien.
Puede aparecer posteriormente a una situación o una época angustiosa, justo en el momento que bajamos la guardia, puede ser que aparezca en el transcurso de esta época estresante, posiblemente estamos tirando adelante con “todo” sin darnos cuenta que necesitamos parar, que nuestro cuerpo y nuestra mente no aguantan tanta presión.
Más allá de la situación
El estrés y la ansiedad no tienen tanto que ver con la situación en sí, como con la manera como nos tomamos las situaciones, los mensajes que cada cual se envía a sí mismo/a, que provocan que la situación nos sobrepase. Estos mensajes pueden ser del estilo:
-
Yo solo/a puedo con todo.
- No necesito que nadie me ayude.
- Tengo que evitar que los otros se enteren de…
- Las cosas de casa se resuelven en casa.
- No puedo permitir que nadie se piense que soy un loco/ ya.
- Me necesitan.
- Si no estoy yo las cosas no funcionan.
- Tengo que llegar a todo.
- Tengo que hacer todo lo que me piden porque si no dejaré de ser una persona valiosa y me perderán el respeto / afecto.
- Lo tengo que hacer perfecto.
- No me puedo equivocar.
- Tengo que intentar estar a buenas con todo el mundo.
- Tengo que mantener las personas unidas.
- Tengo que mantener esta situación que me resulta dolorosa por los otros (familia, hijos/as, … para no romper la armonía) .
- Cuando todo esto que estoy viviendo se acabe, todo estará bien.
- No estoy satisfecho/a con lo qué tengo, quiero aquello (que en muchas ocasiones, está fuera de mis posibilidades).
- Tengo que cambiar esta persona.
- Tengo que salvar a….
- Evitaré esta situación que no me gusta y así estaré bien.
- Si no hablamos del conflicto, no hay conflicto.
- No sirvo para hacer…
- Nadie entenderá que…
- Todo el mundo lo puede hacer menos yo.
- No sé que hacer.
- Tengo miedo de equivocarme o perder el control.
Todos estos pensamientos y órdenes, entre muchos otros, provocan un estrés adicional al de la situación vivida, puesto que implican una exigencia excesiva y por sí misma imposible de cumplir, porque tras asumir el objetivo una vez, ya no es suficiente, y siempre estará la orden interior pidiendo más. Se trata de creencias erróneas que hay que cambiar, funcionan de forma automática, y no son evidenciables a simple vista. Es necesaria la introspección para darnos cuenta de los propios pensamientos erróneos.
La ansiedad, una alarma natural
La angustia es una alarma natural que tenemos que aprender a escuchar. Del mismo modo que conocemos el ruido de la alarma de incendios y ensayamos o tenemos ubicado el protocolo de evacuación de un edificio, tenemos que conocer el protocolo para escuchar nuestra ansiedad. Aparece cuando el modelo de funcionamiento que me utilizado nos oprime como un corsé hasta el punto de asfixiarnos. En este momento, debemos aprender a aflojar aquellos cordones hasta el punto que podamos respirar.
¿Cómo me doy cuenta que la alarma está sonando?
Cuando una situación nos resulta estresante, posiblemente, recibiremos señales diversas, que pueden ser diferentes según la persona (insomnio, pesadillas, angustia en forma de: carencia de aire o sensación de ahogo, sensación de pérdida de control del cuerpo, ataques de pánico…) la angustia acostumbra a presentarse de manera gradual, e incrementa cuando ve que no se lo escucha.
No diferimos tanto del reino animal
Ante una situación amenazante, las especies activan lo que se denomina el mecanismo de ataque-huida. Los humanos no somos una excepción, puesto que nuestra parte más primitiva nos lleva a reaccionar atacando (afrontando) o huyendo de aquello que nos amenaza.
Cuando optamos por huir
Una tendencia natural, y prácticamente automática es, una vez aparece la angustia o tenemos el primer ataque, evitar la aparición posterior, mediante, a menudo, sistemas equivocados:
- Lo más habitual es evitar situaciones similares a la que había en el momento en que ocurrió la primera aparición.
- Preocuparse por la propia salud y desarrollar fobia a los ataques de ansiedad.
- Temer continuamente por la aparición del próximo ataque.
- Medicarse para hacer desaparecer la ansiedad sin hacer ninguna reflexión ni cambio alrededor de su origen.
- Vivir como si nada hubiese pasado.
En la mayoría de los casos, la angustia seguirá apareciendo y aumentado gradualmente a nivel de sintomatología y frecuencia hasta que se tenga en cuenta para hacer cambios a la propia vida. Tenemos que imaginarnos la angustia como un globo que se va hinchando en nuestro interior. Cada vez que evitamos o nos preocupamos por la situación angustiosa, el globo se hincha un poco más. Si no paramos atención y nos esforzamos, es posible que no utilicemos estrategias de afrontamiento (ataque) hasta que el globo no sea suficientemente grande.
¿Cómo deshincho el globo?
Si bien nuestra parte más primitiva a veces nos puede jugar en contra haciéndonos huir de las situaciones, también nos ofrece la opción de afrontarlas cuando nos lo proponemos y reunimos la fuerza necesaria.
Entre las estrategias para reducir la ansiedad está el mirar adentro y preguntarle a la angustia:
- ¿Qué has venido a hacer aquí?
- ¿Qué es lo que no funciona?
- ¿Qué situación es la que me provoca este estrés?
- ¿Cómo me sitúo yo en esta situación o problemática?
- ¿Cuál es mi papel real?¿Y el papel que yo me obligo a tener? ¿Me exigen más de lo que tengo que o puedo ofrecer?
- ¿Qué tiene que pasar para que baje el grado de angustia?
- ¿La resolución del problema está en mis manos?
- Si no es así, y teniendo en cuenta que no puedo resolver aquello que no depende de mí, ¿qué tengo que cambiar de mi manera de verlo?
El diálogo interno es básico a la hora de conocernos, y lo es, sobre todo, a la hora de superar la ansiedad en todas sus formas. A una persona que está acostumbrada a llevarlo a cabo, le será fácil, pero en ocasiones, hace falta la guía de un/a profesional de la psicoterapia.
Haz caso a tu angustia, no la pases por alto, y deshincha tu globo.
Deja tu comentario