Las decisiones, grandes o pequeñas, definen nuestra vida. Diariamente tomamos multitud de decisiones. Si tú no decides, alguien o algo deciden por ti. Tomar decisiones te convierte en el/la protagonista de tu vida. Este artículo pretende recoger algunas fórmulas para asegurar que las decisiones que tomas, sean las que realmente quieres tomar.
Decidir te hace protagonista
Oscar Wilde decía “Sé tú mismo, los demás están cogidos”. Aún y aceptando esta premisa, no siempre es fácil decidir. No existe una fórmula perfecta ni una guía mágica para saber cómo tomar las decisiones que llevarán al éxito, ya que casi siempre intervienen algunos factores que no dependen de uno mismo. Aún así, con un poco de esfuerzo, saliendo de nuestra zona de confort, conseguiremos evitar “las trampas casi automáticas” que nos hacemos a la hora de decidir, y elegir la opción que realmente queremos tomar y que valoramos como la mejor.
No hay decisión sin emoción
Lo primero que debemos entender, es que detrás de cada decisión, hay una emoción. El término emoción viene del latín emotĭo, que significa “aquello que te mueve hacia”. Cuando utilizamos el pensamiento analítico, esto nos produce nuevas emociones, que pueden alterar nuestra emoción inicial. Ejemplo: queremos comprar un coche, y nos gusta un modelo concreto. Después de una comparativa, de aspectos técnicos, de seguridad, etc, podemos cambiar nuestra preferencia inicial, debido a que la emoción se modifica.
Para simplificar, podemos decir que ante la necesidad de tomar una decisión, habitualmente nos domina una de estas dos emociones: la alegría o el miedo.
Por lo tanto, el primer paso es el de tratar de descubrir la emoción dominante ante la decisión tomada: ¿estoy decidiendo por miedo o por alegría? Y para ello es bueno buscar un espacio que te permita mantener la mente fría y haber descansado para poder pensar con claridad. Nuestra mente funcionará mejor en estas condiciones, es por esto que muchas veces tenemos buenas ideas en la ducha, o antes de dormirnos.
Cuando decidimos por alegría: riesgo de impulsividad
Decidimos en base a la alegría, cuando la opción elegida nos provoca una gran ilusión. Si decides en base a la alegría y quieres asegurarte que la decisión que estás tomando es la correcta, lo primero que debes hacer es “digerir” la decisión. Un ejemplo sencillo: ¿Cuántas veces hemos comprado alguna cosa, impulsados por la ilusión del momento, y después nos hemos arrepentido? El tiempo es un factor que puede resultar de gran ayuda. Para decisiones importantes, durante este tiempo de espera, algo que acostumbra a funcionar es pensar en “el peor escenario posible”, es decir, lo peor que podría pasar si tomo la decisión.
Cuando decidimos (o no decidimos) por miedo: riesgo de procrastinación
Cuando el miedo es el sentimiento predominante ante la necesidad de tomar una decisión, podemos padecer la parálisis por análisis. En este caso, el ejercicio de imaginar el peor escenario posible, es necesario que lo hagamos por escrito, y además, añadamos también la reflexión de qué es lo mejor que puede pasar. Cuantos más detalles consigamos añadir, mejor. Podemos añadir otros elementos a cada una de las opciones, por ejemplo: el esfuerzo para llevar a cabo la decisión, la probabilidad de éxito/fracaso, el tiempo necesario… Un último paso, es escribir qué puede pasar si no tomo la decisión dentro de determinados plazos de tiempo (ej. Una semana, un mes, un trimestre, un año), y decidir qué plazo establecemos como idóneo para tomar la decisión, comprometiéndonos a una fecha para hacerlo, a ser posible con la ayuda de algún/a amigo/a o familiar.
Comprometerse con la decisión
Cuando hemos elegido qué decisión tomar, debemos comprometernos con ella, seguirla, establecer un planning y establecer cómo y cuándo mediremos si se está aplicando correctamente, y a quién deberemos involucrar. En las primeras fases, deberemos incluir un tiempo para minimizar las posibles consecuencias negativas de la decisión que hemos tomado. Por ejemplo: decidimos empezar una empresa y contratamos un seguro por si me pongo enfermo/a.
Cuando la decisión no es únicamente tuya
Este punto podría dar para muchos artículos, y para libros enteros, pero en el artículo presente únicamente destacaremos un aspecto clave a tener presente cuando la decisión no depende solo de uno mismo: cuando queremos conocer si alguien está de acuerdo o en desacuerdo con nuestra decisión, acostumbramos a pensar de forma dicotómica, es decir, o está a favor o está en contra, pero la realidad casi nunca es blanca o negra; está llena de grises.
Por esto, es bueno interesarse por el grado de acuerdo o desacuerdo de las otras personas que entran dentro de la decisión. Por ejemplo, podemos pedirles que se sitúen en estas opciones:
- Estoy completamente de acuerdo con la decisión, y voy a promoverla y defenderla ante otros.
- Estoy de acuerdo con la decisión.
- Puedo llegar a estar de acuerdo con la decisión, pero necesito que incorporemos…
- No estoy de acuerdo con la decisión, necesito aclarar…. /propongo….
- Etc…
Y lo que nunca debes perder…
El humor y la intuición. Sea cual sea la decisión que elijas, importante o no, difícil o no, una vez hayas decidido no pierdas nunca el sentido del humor y el positivismo.
Para decisiones complejas, nuestro equipo de psicólogos y psicólogas de (Parèntesi) puede ayudarte, ya sea en nuestra sede de Barcelona Sant Andreu o en modalidad on-line.
Pol Duran y Maria Rosa Mirada, (Parèntesi)
Deja tu comentario