En consulta es muy habitual encontrarnos con personas que tienen muchas dificultades con su alrededor, relacionadas con la sensación de dar más de lo que reciben. Se trata de personas que sienten que hay gente que se aprovecha de ellas, que “quizás son demasiado buenas”, que sienten que les “toman el pelo”, que no tienen autoridad, etc.
Acostumbramos a decir que “la culpa” es de la persona que abusa, pero una parte de la responsabilidad recae en la persona que se siente víctima de la situación. Puede parecer sorprendente hablar de responsabilizarse, pero sí, todo el mundo juega un papel dentro de un conflicto, y cada cuál es responsable del suyo. El cambio en las relaciones humanas, es posible a veces mediante el acuerdo entre las dos partes, pero sobre todo, porque la persona que se considera oprimida, exige un cambio, y dice basta.
Por lo tanto, el cambio sólo se dará en el supuesto de que la persona aprenda a decir QUE NO y a plantarse a muchas peticiones o exigencias.
Pero yo ya le digo que no…
En muchos casos, cuando analizamos ante qué situaciones hay conflicto, nos encontramos con que la persona dice:
– Por ejemplo: una madre viene a consulta explicando que tienen problemas con su hijo adolescente, que no para de pedir dinero. La familia está pasando una situación económica complicada, y la madre se queja de la falta de conciencia del hijo, el egoísmo y las formas que utiliza.
Cuando le pregunto qué es exactamente lo qué pasa, y ella explica que cuando él pide, ella le dice que no, una y otra vez, y él se pone más exigente, hasta que llega un momento que acaba cediendo para evitar que el conflicto se haga más grande.
Y en este momento, toca analizar, y ver, cuántas de estas veces uno NO se acaba convirtiendo en un SÍ.
Evitar que un no acabe convirtiéndose en un sí
Cuando un no se acaba convirtiendo en un sí, lo que hacemos es perder la autoridad, y enseñar a la otra persona que a través de estrategias como la persuasión, manipulación o agresividad, acabaremos cediendo. No importa el número a veces que digamos no o el volumen con que lo pronunciemos . Esto deriva en un hábito en la otra persona, y en mucha intolerancia a la frustración.
También es importante, ver hasta qué punto la negación es la respuesta habitual a todas las demandas: hay personas, que a pesar de acabar aceptando, dicen que no automáticamente. El resultado es mucho mejor si decimos que sí desde un primer momento, negociando alguna condición a cambio.
Tomar conciencia
La queja tiene que ser un estadio previo al cambio, que viene justo después de darnos cuenta que sufrimos una situación que nos hace daño, y tenemos la responsabilidad de actuar, salir de la queja y cambiar.
Hay que analizar qué nos provoca aquella otra persona para acabar cediendo siempre:
– Hace falta que valoremos qué emociones nos despierta la relación con la otra persona (¿Lástima? ¿Miedo?…) y trabajarlas para no acabar cayendo siempre en la misma trampa.
– Debemos fijarnos en nuestros propios rasgos de personalidad que hacen que cedamos: ¿Tenemos miedo al rechazo? ¿Al qué dirán? ¿Necesitamos por encima de todo ser aceptados/das socialmente? ¿Tenemos miedo a la culpabilidad que sentiremos después de decir que no?…
Cuando queremos que se nos respete, tenemos que actuar el NO, evitar entrar en conflicto ascendente (escalada simétrica), y sencillamente, no ceder. Nos respetaremos a nosotros mismos, nuestra autoestima mejorará, y nos sentiremos más valorados por los otros.
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